domingo, 18 de noviembre de 2012

analítica bestia



Después de meses en el exilio posan ganas de tener la sensación de no ser más que una parte del trastorno, sin rencores ni palabras escondidas, sin medias verdades, sin más pérdidas de tiempo; de saber dónde poner el punto final a cada momento y aparcar por una vida los sueños malformados con ojos entreabiertos, de encontrar un camino para zigzaguear las curvas sin tropiezos absurdos. Me lo ha enseñado todo él, a resignarse a pensar que ésto se  trata simplemente de ir acumulando espinas clavadas por el camino mientras pones la mejor de tus sonrisas. Y que nadie sepa darse cuenta. Y siempre te perseguirá toda la vida. Redundando pase lo que pase. Ahí la intimidad llega a su máxima expresión, en lo más profundo y profano del ser humano se expone al juicio de todo lo que le rodea hasta que las horas dan su bendición conforme las expectativas están suficientemente incorrectas y formales.


jueves, 26 de julio de 2012

Julio



Regla número 1 de la supervivencia: la gente siempre dice la verdad. No puedo seguir esperando a que aparezcas sin llamar a la puerta, es engañarse pensar que aún puede suceder cualquier día. “Cualquier día”, te mentiste ayer. Hay una barrera que la incertidumbre hace cada día más gruesa y no la vas a atravesar, nadie lo hará y llegará un momento en el que ya no quede nada que recoger. Es tiempo de pensar hacia dentro, de cambiar la postura, de dejar de comprender y empezar a componer, de rehacer. Seguro que algo está esperando, pero no a tu espalda. Ciao, ciao te dicen sin tan siquiera decir adiós.


jueves, 19 de julio de 2012

Desposa y bebe


Doce maneras de ser correcto. El día que cumpliste tu promesa decidiste salir de mí y darme una nueva forma de asumir los hechos. Me enseñaste una perspectiva sin importancia, ignorando los sobrantes y dejando a la vista las semillas plantadas el último año. Según tus cuentas el daño pasa a ser experiencia, las huellas virtudes y el recuerdo, convicción. Tu método no altera los pasos atrás provocados por los errores, simplemente los llama "ideas para un futuro más próspero", ni el tiempo perdido en discusiones eternas, ni las charlas absurdas cuando ordenabas la ropa. No es perfecto. Y lo sabes y por ello te has llevado todas las trampas que puedan distraer la atención sobre tus reglas, por eso no hay pisadas ni imágenes ni papeles enlatados, por eso sabes que tus formas solo buscan caer en la memoria aunque intentes adornarlo con terapias inútiles. Y no estaría de más que tuvieses claro que ésto es solo el comienzo. Hasta la próxima, amor.

viernes, 6 de julio de 2012

Mute


El ser de piedra, el tener la sensación de ser una parte más del trastorno provoca que nazcan las primeras preguntas hacia uno mismo. No halagos, no convulsiones, no consejos para ver más allá de tu propio ombligo y recuperar el tiempo perdido. La obsesión es mentira y un trozo fundamental del juego. Nunca he tenido demasiado léxico, pero no hay razones para esforzarse. Nunca he tenido demasiadas ideas, pero... Siempre hay un pero que divide, que parte en dos las cosas y no las deja avanzar. Ahí sabes que algo está por terminar. Digamos que es cuando echas saliva al dedo para empezar con el arrastre de una página que tiene todas las líneas leídas.

jueves, 5 de julio de 2012

So pena de dinamismo


Después de,
después de pérdidas de tiempo,
de autoconvencimientos con la mejor de las convicciones,
después de daños y condiciones
llegas a la conclusión de que
lo único que sucede
lo único que provoca lo que viene
es sentirse sin nada ni nadie al lado
que te quite la sensación de vacío
en el espacio que todos tenemos para compartir.
Que falta algo que te hace más pequeño,
más inútil y más estúpido,
que las dudas tienen nombre y horizonte definido,
que lo sabes y no quieres
pronunciarlo ni decirlo
por si acaso
ocurre
mañana.






miércoles, 4 de julio de 2012

Maniobras de escapismo


Se pintan los pasos en negro, los cruzan líneas en plata opuestas y ni ellas saben adónde se dirigen. Simplemente no sé ve hacia dónde sopla el viento y basta un trayecto más o menos largo en autobús para darse cuenta de que aún tengo sitios prohibidos en Madrid. Quizás lo más preocupante de la incertidumbre sea la falta de control que sobre ella se tiene, ya no tanto el dónde terminar sino el cómo llegar hasta allí. Son momentos extraños que sin ser nuevos no dejan de ser trascendentes, determinantes para decidir cómo afrontar el día aún no teniendo muy claro cómo analizar el anterior. Quiero pensar que son moderneces producto de la falta de sueño, de imaginaciones que vuelven otra vez a pasar de largo, de falta de inspiración real sobre la que sostener este edificio creativo. Quiero pensar que estoy totalmente equivocado. Aunque sé  que me miento constantemente una y otra vez.


lunes, 25 de junio de 2012

Domingos cerrados


Ella dormía como un ovillo de lana, premeditada, en la cama.
Él la miraba sentado verdugo a la cara desconsolada y la abraza.
Ella creía que los libros abrían puertas. Nunca encontró la llave.
Él se sabía de memoria el pasillo las tardes de domingo.

Las gotas resbalan de forma vaga, aburrida, y se agarran.
Cosen heridas con hilos del mismo cielo, geografía pisando el suelo.
La historia cíclica llena de cosas ya dichas, de las mismas que ayer sabían.




Y llegas tú con vuelo raso
 como un ave que va de paso.

Y arrasas con todo lo que encuentras en tu camino.



sábado, 9 de junio de 2012

Metamorfosis cínica


Probablemente todo sea distinto cuando estés preparada para asumir que estoy entrando en fase de autoestrucción. Se ha perdido la confianza en los finales felices, en los tópicos redentores, en los días junto al fuego para dejar paso a otro tipo de calor, al de estar demasiado cerca de la hoguera, al de quemarlo todo y no tener motivos para llenar el cubo de agua. Pasan los días y poco a poco se hace más pequeño el punto de luz del fondo al tiempo que crece la idea de una realidad distinta y más sincera. Las cosas pasan porque tienen que pasar y no hay otro camino más inteligente que el único que conocemos. Ahora solo falta darle forma de palabras. Supongo que me estoy dando demasiada cuenta.


jueves, 7 de junio de 2012

La liturgia del plomo caído.


Supongo que quiero creer que solo oyendo ruidos basta para llegar al final, para dejar el camino completo. Sé que en el fondo no es más que otro engaño sin sentido, una vía más para escapar de lo que sabes que viene después, pero al menos da la sensación de ser un buen método para ganar tiempo, para dejar que las cosas surjan, lleguen, pasen y sean asimiladas en el momento justo. Supongo que quiero creer que pienso y no me equivoco, que tú también querrás poner la cedilla en cada letra, que las cuentas dan exactas al terminar todas las restas, que yo me quedo contigo y que el párrafo se escribe sólo con mirarlo. Supongo que quiero creer que todo sale por pura casualidad, sin mano de obra humana que reconduzca los vagones que cargan las cosas que van surgiendo, que ésto estaba escrito incluso antes de conocerte entre los papeles que tengo perdidos en los cajones y que uno de cada cuatro versos hablaban de mí cuando más lo necesitaba. Y aunque no tengo argumentos para confiar, creo que sería suficientemente feliz contándote las horas que pasan sin ninguna necesidad de hacer preguntas.


lunes, 4 de junio de 2012

La tiranía del ictus


Al principio fue esconderse tras una letra cualquiera para volcar penas y fracasos de contenido incierto e intentar dejar de ser el blanco más fácil para uno mismo. Así es como empezó todo. Entonces convivían los cuentos y los hechos con tal naturalidad que acababan por confundirse entre sí mediante una simple sonrisa nacida de la mínima atención. Todo ello se quedaba dentro, se convertía en una lucha entre el bien y el mal, de verdades y mentiras que ya no sabían cómo ni dónde asentarse mientras te volvían un poco más frágil. Con el tiempo aprendes a apartar el miedo a base de renunciar al sueño y no dejarle tiempo para colocarse en el fondo ni tapar los agujeros que fueron pidiendo paso con los años. Al final nos vamos, al final te has ido, y lo hemos dejado todo sin terminar. Cerramos la puerta y pedimos a alguien que limpie lo que hemos ensuciado, a precio de saldo y sin querer dar explicación alguna, sin preguntas ni respuestas que puedan provocar alguna situación incómoda. Y al pasar los días, la conclusión se resume en el mismo principio lógico que aparece en la última línea, al final, con el mismo cambio en todas las cosas que hemos ido midiendo en horas, minutos y segundos a lo largo de los años. Ni más ni menos que la nada.

domingo, 3 de junio de 2012

Contarlo todo.


Hemos llegado hasta la puerta sin saber muy bien cómo. Me contaste una vez que llegaría un día en que ya nada sería lo mismo, un día en el que comeríamos de los aplausos de los demás, que habría un momento en que seríamos capaces de contarlo todo sin decir cómo pasó, sin tirar las horas en elegir la mejor opción para suavizar las cosas. Todo aquello que no me encajaba por entonces es imposible no entenderlo ahora. Es el momento de pintar lienzos con el tiempo que nos quede, de mezclar los colores y colocar, por fin, la última pieza del puzzle, de cerrar el círculo con trazo grueso y hacer las maletas con la máxima discreción. Prometo que lo he intentado y no he podido cambiar, pero ahora lo que queda es simplemente ésto, un texto sin palabras.

Histeria colectiva

Yo me arrastraba por el suelo a ritmo de serpiente, dejando rastro para que alguien tomase relevo en la persecución. Movía el cascabel, quería que se te clavase como agujas en la espalda mientras me mirabas, que notases esas pequeñas convulsiones repentinas, que pidieses ayuda. Y seguías inmóvil, sentada en la silla rascando el moreno del verano pasado para buscar la respuesta en los últimos cambios, sin suerte, con los brazos en rojo y perdiendo los nervios con cada salto de la tostadora. Preparabas infusiones de mandrágora para "curar mis males" buscando excusas que no te dejasen parar para seguir en el candelero de mis cuatro paredes aún viendo que solo te unian unos cuantos filamentos sin fuerza. Y caías sin remedio y sin saber que era el camino perfecto, que yo ya había visto aquéllo como una calandraca, monótono, que nadie tenía por qué soportarlo innecesariamente, que los violines que creías oir eran golpes dispares a un xilófono desafinado en medio tiempo, que al fin y al cabo las cosas pasan porque tienen que pasar. Y sí, he de reconocer que, a pesar de todo, verte perder la calma seguía siendo inexplicablemente sexy.