Después de meses en el exilio posan ganas de tener la
sensación de no ser más que una parte del trastorno, sin rencores ni palabras
escondidas, sin medias verdades, sin más pérdidas de tiempo; de saber dónde
poner el punto final a cada momento y aparcar por una vida los sueños
malformados con ojos entreabiertos, de encontrar un camino para zigzaguear las
curvas sin tropiezos absurdos. Me lo ha enseñado todo él, a resignarse a pensar que ésto se trata simplemente de ir acumulando espinas
clavadas por el camino mientras pones la mejor de tus sonrisas. Y que nadie
sepa darse cuenta. Y siempre te perseguirá toda la vida. Redundando pase lo que pase. Ahí la
intimidad llega a su máxima expresión, en lo más profundo y profano del ser
humano se expone al juicio de todo lo que le rodea hasta que las horas dan su
bendición conforme las expectativas están suficientemente incorrectas y formales.
sigo tus pasos
ResponderEliminaraunque no me veas
Mua!