lunes, 25 de junio de 2012

Domingos cerrados


Ella dormía como un ovillo de lana, premeditada, en la cama.
Él la miraba sentado verdugo a la cara desconsolada y la abraza.
Ella creía que los libros abrían puertas. Nunca encontró la llave.
Él se sabía de memoria el pasillo las tardes de domingo.

Las gotas resbalan de forma vaga, aburrida, y se agarran.
Cosen heridas con hilos del mismo cielo, geografía pisando el suelo.
La historia cíclica llena de cosas ya dichas, de las mismas que ayer sabían.




Y llegas tú con vuelo raso
 como un ave que va de paso.

Y arrasas con todo lo que encuentras en tu camino.



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